PENSANDO Y ACTUANDO

EL ABISMO QUE SEPARA EL LADO DE OPINAR FRENTE AL DE ACTUAR MUCHAS VECES ES INMESURABLE, LA UNICA MANERA QUE PODEMOS REDUCIR DICHA DISTANCIA ES...

jueves, 27 de mayo de 2010

MELANCOLÍA





La melancolía es desenfreno de una posesión enloquecida. Una fórmula freudiana la describe como movimiento en el que “la sombra del objeto cae sobre el yo”.

Para Freud, es una protesta desaforada ante lo que se vive como un injusto despojo. La melancolía es una revuelta contra la muerte, la enfermedad, la vejez y el imposible control de un semejante. La sombra del objeto que cae sobre el yo es el oscuro retorno, sobre la primera persona del singular, de la propia ilusión proyectada. La vuelta sobre sí de un poderío marchito.

El amor freudiano es una transacción: adquirimos, a través de otro, una garantía emocional, un valor de nosotros mismos. Importa que el elegido no contradiga el engaño o que simule ser lo que necesitamos. Cuando se ama, no se sabe qué hacer con ese amor, se dice: te quiero tener, eres mía, no me dejes nunca, vamos a estar así toda la vida. A la pasión le cuesta imaginar una declaración no posesiva.

La melancolía es tiranía del amor: no quiere admitir que la persona amada no es una marioneta obligada a darnos felicidad. Melancolía es persistencia de esa ilusión caída, se resiste a un nuevo amor porque no quiere enfrentar otro desastre.

La melancolía sufre más por perder su reinado que por la pérdida del otro. Una cosa es estar triste por el amor que se ha ido y otra es negarse a aceptar que la vida del que se fue nunca estuvo gobernada por el propio poder. El enamorado identifica amor con compulsión de dominio: tener poder sobre el otro o que el otro tenga poder sobre mí, son opciones de la pasión en tiempos del capitalismo.

Se sale de la melancolía a través de un duelo, pero duelo no quiere decir tristeza razonada o despedida dolorida por el amor perdido, duelo significa omnipotencia resignada.

La posesión sin límites es la secreta aspiración de la melancolía. Los cuerpos angustiados de nuestra cultura aprenden a calmarse (de eso que no saben) teniendo algo: juguetes, personas, dinero, objetos, bienes, talento, prestigio.

El apoderamiento es casi el único remedio ofrecido a la subjetividad que, asustada, no imagina otras formas de felicidad. El capitalismo fabrica vidas poseídas. Los poseídos, sin embargo, no se sienten infectados por ese poder, sino sujetos libres. A los innumerables pobres y excluidos, restos sociales que casi no cuentan, se los llama desposeídos.

La melancolía es certeza empecinada: cree haberse adueñado de lo que nunca ha tenido. La melancolía querella a un fantasma, confunde la muerte inevitable con la traición.

La angustia es el infinitivo de la vida humana: es silencio y soledad. No hay deseo sin la invención de ese vacío. El deseo no busca la posesión, sino el buscar. El deseo es una forma impersonal sin compromisos con una meta anticipada. El deseo tampoco se posee, se da o se aloja, provisorio, en su paso hacia lo otro. El deseo es inconformidad.

viernes, 14 de mayo de 2010

DEJEMOS PERDERSE A LOS PERDIDOS


Desafortunadamente nos ha tocado vivir en una época y sociedad (la mexicana) donde las circunstancias son surrealistas y muchas veces irrisoria (en el mejor de los casos); donde los litros son de 900 ml, los kilogramos son de 890 grms, donde el metro es de 90 cms, donde es mucho más costoso el proceso de “mordidas” que el tramitar una identificación o el canje de las placas de un auto, donde la educación es más bien un proceso de entretenimiento y negocio de unos cuantos que ese método de de creación y comunicación del conocimiento, emancipación de la sujeción e ignorancia, donde el proceso de trabajo es un regreso constante la esclavitud, o simplemente no existen fuentes de trabajo dignas para los ciudadanos activos, desafortunadamente nos ha tocado la suerte de existir en una época donde los gobernantes (políticos) pueden ser todo menos esos científicos del buen gobierno, amenazados en todos los flancos por la corruptela, por ese fácil pensamientos de tranzar es mejor que trabajar, la honradez se ha dejado en segundo plano como característica de los “pendejos”, desafortunadamente existimos en una época y en el país donde el chingón es admirado por sobre el chingado.

Desafortunadamente nos hemos estado ocupando de la escoria y hemos desatendido el lado lúcido de nuestra sociedad, sabemos que este tipo de situaciones (guerra) es un negocio excelente, de grandes ganancias, para uno u otro bando, o en su defecto para las monopólicas empresas de comunicación de nuestro país.

Después de tantos infortunios, afortunadamente permanecen muchos (no es posible conocer la cantidad pero si la calidad) aquellos que apuestan por la justicia, apelan en todo momento por una educación de calidad y cada mañana se levantan a ejercer labores que producen para el continuo desarrollo socioeconómico de nuestro engranaje social.

Como lo menciona Artaud: Dejemos perderse a los perdidos, tenemos mejor cosa en que ocupar nuestro tiempo que tentar una regeneración imposible y además inútil, odiosa y dañina. En tanto no hayamos llegado a suprimir ninguna de las causas de la desesperación humana no tendremos el derecho de intentar suprimir los medios por los cuales el hombre trata de desencotrarse de la desesperación. Pues ante todo se tendría que llegar a suprimir ese impulso natural y escondido, esa pendiente especiosa del hombre que lo inclina a encontrar un medio, que le da la idea de buscar un medio de salir de sus males”.

Desafortunadamente el terror nos ha invadido, paraliza en cuanto deseamos levantarnos, el saber que este o aquel murió de un forma terrorífica, o que hayamos visto un video de alguna decapitación o en nuestra ciudad; estos hechos ahuyentan las ganas de luchar bajo el ideal del progreso. Desafortunadamente no se puede confiar en ninguna autoridad, ya muchos prefieren apostar por que los mismos cárteles sean los que se dediquen a limpiar y a regular lo que el Estado no puede. Desafortunadamente este ha venido a ser nuestro México.

Dejemos ya de una buena vez que los narcos acaben con los narcos…es una latente posibilidad, sobre todo en un país surrealista como México.

Jean jaques Rousseau mencionaba acertadamente: El vicio rara vez se insinuó oponiéndose a la honradez; casi siempre toma el disfraz de ésta."

ASC//asc